El pensamiento y el lenguaje son una herramienta de incalculable valor al servicio del ser humano, de hecho la única diferencia entre una persona exitosa y otra que no consigue sus objetivos es la forma que tiene de comunicarse, consigo mismo y con los demás.
Pero hay otros muchos momentos en que el lenguaje no es necesario, incluso interfiere de forma negativa en la actividad que estamos realizando. Esos momentos son cuando intentamos conciliar el sueño, o cuando no conseguimos prestar la suficiente atención a una tarea concreta; en esos momentos el lenguaje actúa impidiendo la actividad que queremos hacer.
En los últimos años estamos ‘sufriendo’ desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir una cantidad de información a la que nuestra mente le cuesta mucho de asimilar, siempre estamos pendientes de nuestros móviles, de interacciones a través de las redes sociales, del ordenador o de cualquier dispositivo de los que nos ha traído el avance tecnológico.
Muchas veces nos acusan, a la gente llana, de no reaccionar ante las injusticias que se producen a diario, y que muchas veces se vuelcan a través de la televisión por medio de debates imposibles de asimilar por el poco tacto y falta de profesionalidad del tipo de gente que sale en estos medios, que más que informar a las personas intentan convencernos de sus puntos de vista a través de gritos o maneras prepotentes de interaccionar entre ellos, que causan en la mayoría de los casos el efecto contrario del que pretenden, subestimando la opinión de los telespectadores (sobre todo en este país) como si no tuviéramos criterio.
No es que no reaccionemos, es que
tenemos que asimilar y digerir demasiada información, cuando podemos elegir
entre pocas opciones, la mente trabaja en un nivel óptimo de confort y
satisfacción, pero cuando la información es tan grande la mente se satura y se
colapsa, por lo que opta (por nuestro bien) por no reaccionar.
Es indispensable que cada día te
desconectes un rato de toda la información que entra a través de internet, tv,
dispositivos e incluso de la gente de tu entorno. Si te tomas un rato diario para
ti, para salir a dar un paseo por un parque, para hacer algo de deporte o
meditación sin que nada te distraiga o simplemente saliendo con los amigos a
tomar algo (desconectando el móvil), tu mente tendrá tiempo de recuperarse y
volver a funcionar con normalidad, aportándote nuevas ideas en esos momentos de
reposo que no tendrían la oportunidad de surgir si no los realizas.
En estos momentos más que nunca
se hace necesario aprender a apagar la mente para poder aportar soluciones
desde la serenidad, si no lo hacemos corremos el riesgo de vivir sumergidos en
el estrés continuo con el peligro de no dar las soluciones adecuadas a cada
situación que se nos va planteando en el día a día. Antes de responder hay que
respirar y desde el estrés y la ansiedad esa opción no está disponible.