Nos pasamos el tiempo de manera pasiva respondiendo a toda clase
de estímulos exteriores; dependiendo de lo que pasa a nuestro alrededor
generamos todo tipo de pensamientos, sentimientos y acciones. Si nuestro
entorno se muestra de forma favorable, nos
encontramos en un día soleado, alguien nos sonríe o nos dirige un comentario agradable
o cualquier otra cosa en sintonía con nosotros mismos, nos sentimos felices
y reconocidos y nos parece que la vida es maravillosa; pero si por el contrario
ocurre algún acontecimiento que no se corresponde con nuestra percepción de
bienestar, de manera instantánea cambia todo nuestro funcionamiento interno,
nuestras acciones se vuelven lentas, empezamos a sentir emociones negativas y
nuestra mente empieza a generar un montón de pensamientos tratando de
manera desesperada de interpretar los hechos que han causado tal estado, y de
manera razonable empieza a culpar al exterior de esa intromisión en nuestra
integridad. Que ocurra esto es algo totalmente razonable, ya que estamos
acostumbrados a actuar dependiendo de cómo nos sentimos tratados por lo
exterior.
Nos comportamos como sujetos pasivos ante un mundo con infinidad
de estímulos de múltiples causas.
Cada vez más hay personas que viven la vida de otra manera, no
están esperando a ver como lo exterior los ‘trata’, sino que tratan de ser un
estímulo positivo por ellos mismos ante cualquier acontecimiento que se les
presenta. No se enfrentan al mundo en el sentido de reaccionar a lo exterior,
sino que viven tratando de influir en el mundo de forma satisfactoria
desarrollando su inteligencia, su afectividad y sus acciones ante cualquier circunstancia.
Con este simple cambio interno toman la responsabilidad de su vida y se rompe
la infinita cadena de acciones y respuestas automáticas aprendidas. Ya no es
una cuestión de ver cómo nos trata lo externo, sino de dar a lo exterior lo
mejor de nosotros mismos ante cualquier circunstancia.
Este cambio de actitud no es fácil de hacer al principio, porque
aunque de manera interna lo hayamos asimilado, por un periodo de tiempo
viviremos y veremos en el exterior las causas de nuestra anterior manera de
pensar y actuar; además seguiremos dando en muchas ocasiones respuestas automáticas
implantadas en nuestro subconsciente. Es un periodo de incertidumbre donde se
requieren grandes dosis de paciencia con uno mismo.
La recompensa es una satisfacción interna de saber que uno está
haciendo las cosas de la mejor manera posible, se termina el impulso de culpar
a los acontecimientos y a las demás personas de nuestro estado interno. Ya no
son necesarios los juicios y las comparaciones porque en realidad nos damos
cuenta de que cada uno vive su vida de la mejor manera que puede y en las
ocasiones en que las personas actúan de manera reactiva es porque aún no se han
dado cuenta que pueden cambiarse de bando.